El crecimiento del separatismo catalán, en contra de lo que piensan intelectuales como Jordi Évole, se debe, fundamentalmente, al adoctrinamiento de varias generaciones de escolares que han sido educadas en el odio, y es ésa la palabra que hay que usar, a España. Este problema, que no es de ahora y que desde hace décadas se viene denunciando, tiene como principales responsables a las autoridades del Gobierno central que han hecho dejación de funciones y que han preferido obviar este tema para, de este modo, conseguir los apoyos políticos necesarios para seguir en el poder. Siempre es mejor tener el apoyo de ERC o de la antigua CIU que tener decencia y preservar los intereses nacionales. Lo mismo podríamos decir de los siempre bondadosos chicos del PNV.
A pesar de lo que piensan algunos andaluces, que siguen presos del Síndrome de Estocolmo y que no dudan en solidarizarse o comprender las razones últimas de los separatistas, la ideología nacionalista los considera seres inferiores, vagos y sin cultura alguna. Los ejemplos son numerosos y el lector, si tiene interés y estómago, puede encontrarlos fácilmente en Internet.
Según el separatismo, España es la responsable de todos sus males pero es que, además, todo se hace mal en nuestro país. El diario La Voz de Galicia ha publicado recientemente que algunos libros de texto están trufados de mensajes claramente inspirados en el separatismo más impresentable. Un de las ideas que se han subrayado es la crítica al sistema ferroviario español, el cual, según la cosmovisión separatista, no ha favorecido a Cataluña y al País Vasco. Ignoramos si estos libros, tan estupendos y formidables, informan a los pobres y sufridos escolares catalanes que la primera línea ferroviaria de la España peninsular fue inaugurada en Cataluña y que dicha región es de las pocas que tiene todas sus capitales de provincia unidas por AVE. Mientras Cataluña disfruta de unas excelentes comunicaciones ferroviarias, hay ciudades en España, como Granada o Teruel, que tienen serios problemas para coger un tren. Quizás sería interesante que en Teruel hubiera un puñado de rufianes o tardás para que, de este modo, todos nos enteráramos de los problemas que tienen.
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