En estos últimos días, a raíz del numerito separatista catalán, estamos escuchando, con demasiada reiteración, la expresión "choque de trenes". La verdad es que esta expresión, y el contexto al que se intenta aplicar, me disgusta sobremanera. En primer lugar, los trenes son un medio de transporte que permite acercar personas con todo lo que eso implica. El tren, salvo desgraciados episodios, siempre ha sido un medio de locomoción social y cercano. En el caso que nos ocupa, tenemos, por un lado, a unos partidos separatistas que pretenden destruir, no solo la legalidad vigente, sino imponer una consulta que no cuenta ni siquiera con apoyo internacional. Por otra parte, no puede haber un presunto "choque de trenes" cuando el Estado no está dando una respuesta contundente a la altura del envite.
No es lugar éste para desarrollar por qué digo esto, pero lo que estamos viviendo es producto de décadas de dejadez por parte de unos partidos que, creyendo apaciguar a los separatistas, no dejaron de darles todo lo que pedían. La broma empezó diciendo Girona por Gerona, Lleida por Lérida, Parlament por Parlamento, Govern por Gobierno etc... Luego vinieron los dos estatutos de autonomía (1979 y 2006), unos Juegos Olímpicos de 1992 pagados por todos los españoles, el control total y absoluto de la Educación, los medios públicos de difusión, la Sanidad, las competencias de Interior con la creación de una policía autonómica, etc... En materia de ferrocarriles, que es el tema principal de este blog, el Estado otorgó a Cataluña unas infraestructuras que ya desearían para sí otros territorios de España. Cataluña, que fue la primera en disfrutar del tren en 1848 y del primer alumbrado urbano en 1886 en Gerona, tiene todas sus capitales unidas por AVE, algo que no puede decir Aragón, Extremadura, Galicia o Andalucía. Granada no tiene tren desde 2015 pero Cataluña tiene AVE. Así cualquiera está oprimido, ¿verdad señor Rufián?
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