viernes, 7 de octubre de 2016

Frómista: encrucijada de caminos (I)

Estación de Frómista. Verano de 2012. Foto: Jorge.
Tenía pendiente escribir sobre Frómista desde hace meses. Es lo menos que puedo hacer por una localidad que visito cada verano, lo llevo haciendo desde 2011, y que siempre me acoge con cercanía y familiaridad. Lo mínimo que puedo hacer es, por tanto, comentar a mis lectores mis impresiones e invitarles a que pasen por ella y disfruten de sus encantos. Lo primero que tengo que decir es que nunca he ido a Frómista en tren. Siempre he ido en coche particular. Sin embargo, son ya numerosas las veces que he pasado por su estación cuando he ido o vuelto de Santander en el Alvia que une Madrid con la capital cántabra. Mi interés por Frómista viene de lejos. Recuerdo ver la imagen de San Martín de Tours, su principal templo, en un libro de texto de bachillerato. Desde entonces, allá por la década de los noventa, sentí curiosidad no sólo por Frómista, sino también por la provincia de Palencia. 

Como digo en el título, Frómista es una encrucijada de caminos. Esta localidad, enclavada en la Tierra de Campos, es un lugar en el que confluyen varias rutas. En primer lugar, la ciudad ha alcanzado fama universal por ser uno de los iconos del Camino de Santiago. Su iglesia de San Martín de Tours, que antes mencioné, es uno de los referentes del románico en España, aunque bien es cierto que es un templo polémico porque algunos no están de acuerdo con la última restauración que trastocó el templo original. En cualquier caso, su visita es obligada. 

Iglesia de San Martín de Tours. Verano de 2011.
Foto: Jorge.
Además de San Martín, el viajero puede visitar otros dos templos: la iglesia de San Pedro, que hace las veces de parroquia, y la de Santa María, que alberga una exposición sobre el Camino de Santiago llamada Vestigia.

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