Hace unas semanas me enteré de una anécdota interesante de la vida de Alejandro Goicoechea, uno de los dos artífices del tren Talgo. Durante la Guerra Civil, este ingeniero vasco fue uno de los responsables de la creación del denominado Cinturón de Hierro, una estructura defensiva que pretendía defender Bilbao de la ofensiva de los nacionales. Goicoechea empezó la contienda en el bando republicano pero más tarde se pasó al bando franquista con los planos del Cinturón de Hierro lo cual es, evidentemente, una traición. La deserción de Goicoechea, por otra parte, viene a desmentir un tópico nacionalista, según el cual, los vascos se enfrentaron a un ejército invasor. Es decir, la Guerra Civil fue una lucha entre España y Euskadi. Tal argumentación es insostenible porque, al igual que en el resto de España, la sociedad se fracturó. Si Navarra, según el PNV es parte de Euskal Herria, ¿cómo explicamos la participación de las brigadas navarras durante la guerra?
He estado navegando por Internet para saber más detalles de este particular, la traición de Goicoechea, y me he topado con la siempre instructiva bitácora del ex diputado del PNV Iñaki Anasagasti, el cual dedicó hace tiempo una entrada al Talgo y a Alejandro Goicoechea. Anasagasti tilda a Goicoechea de traidor. Es más, dice que Talgo, en realidad, significa "Traicionó al Gudari. Odiarle". El texto fue escrito cuando el Talgo III fue retirado de la circulación. Escribió el artículo como si nunca más fuésemos a ver un tren llamado así. No sé si Anasagasti se ha enterado de que Talgo, con todo lo que para él presuntamente implica, sigue existiendo. De hecho, recientemente ha ganado el macroconcurso de Alta Velocidad de Renfe. Pero ya sabéis que en España cualquiera habla de lo que sea.
Anasagasti, y otros como él, no tiene autoridad moral para hablar de traiciones y menos de la Guerra Civil. Tiene gracia que esto lo diga un miembro de un partido, el PNV, que jugó a dos bandas durante la Guerra Civil Española (mal que le pese la guerra afectó a todo el territorio nacional). Parece mentira que Anasagasti, que presume siempre de ser un hombre leído e ilustrado, olvide lo que el PNV hizo en 1936 en Álava y Guipúzoca. Peor aún fue la traición que su partido perpetró en Santoña (Cantabria), cuando el PNV se rindió por separado a los italianos de Mussolini. No está nada mal, ¿verdad señor Anasagasti? Y por no hablar de lo que tuvo que aguantar el general Francisco Llano de la Encomienda al frente de las tropas republicanas. El PNV fue tan solidario que, por ejemplo, prefería comprar el carbón en el extranjero antes que en Asturias.
Mientras los soldados republicanos de la división 11 de Enrique Líster caían en el cementerio de Brunete, el PNV se dedicaba a estas cosas. Y luego Anasagasti nos da lecciones de ética al contado. Así es la vida.
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