Portada de la estación de Almería. Domingo, 28 de diciembre de 2010. Foto: Jorge. |
Hace unos días, el diario El País publicó, a cuento de la convocatoria electoral de hoy, un interesante reportaje sobre la realidad económica, política y social de la provincia de Almería. El titular del reportaje era demoledor:
Almería, la depresión de una tierra emprendedora
Según el psicólogo Miguel Arranz, esta depresión viene del hecho de que los almerienses se sienten resignados a no ser escuchados en ninguna parte. En línea con esta idea, no es de extrañar que fuera la provincia más abstencionista en el referéndum del 28 de febrero de 1980. Por tanto, si no somos escuchados ¿para qué sirven, entonces, las protestas? Uno de los problemas más acuciantes que tiene la provincia es su comunicación ferroviaria con el resto de España que, como ya hemos señalado en estos últimos tiempos, es claramente tercermundista. Su posición esquinada en el mapa (el ferrocarril llegó tarde, nada menos que en 1895) y el olvido de los diferentes gobiernos han contribuido a este estado de ánimo deprimido.
A pesar de estas deficientes comunicaciones y de la pasividad de las diferentes administraciones, los almerienses han sabido salir adelante con la agricultura, el mármol, la industria del cine o el turismo. El diario El País señala que en estos momentos ir a Almería en tren es aún más difícil por la clausura temporal de la estación de la capital por obras en El Puche, lo que provoca que los viajeros tengan que subir o bajar del tren en la cercana estación de Huércal de Almería que dista unos 6 km.
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