El mes de mayo de 1929 se inició en Madrid con una noticia que conmocionó a la sociedad de su tiempo. En la sección de paquetería de la Estación del Mediodía, hoy Puerta de Atocha, se encontró una caja, remitida desde Barcelona-Término a nombre de José Pérez y que había sido facturada a las 6 de la tarde del 10 de diciembre de 1928, que nadie, tras casi cinco meses, la había reclamado. El peso era de 82 kg y se debía recoger en la Estación del Mediodía. El destinatario, así aparecía recogido en la documentación, era José Gómez residente en Madrid. El paquete salió de Barcelona en la mañana del día 11 en un tren mensajero, cuyo número era el 5.339, y llegó al día siguiente a la capital de España.
Fuente: ABC de Madrid, 2 de mayo de 1929. Página 22. |
Al pasar el tiempo, los empleados de la Compañía MZA procedieron a abrirla, porque así estaba estipulado, y encontraron el cadáver decapitado y descuartizado de una persona. Tal era el estado de putrefacción que era imposible determinar si era hombre o mujer. Bien es verdad que diversos trabajadores de paquetería habían advertido del mal olor que desprendía la caja, pero eso es algo normal porque muchos paquetes y baúles contienen alimentos en mal estado y animales que no sobrevivían a los viajes en tren. La estupefacción y asombro de los empleados ferroviarios al ver el macabro hallazgo fueron indescriptibles. El jefe de estación, con más de cuarenta años de experiencia, no recordaba algo semejante. En cierta ocasión se detectaron unos restos humanos que eran de un estudiante de Medicina pero, ni de lejos, había visto algo así durante su dilatada carrera ferroviaria.
Las preguntas no tardaron en llegar: ¿Quién era la persona que había aparecido en la caja? ¿Era un viajero que no había llegado a su destino o se trataba de un crimen acaecido en la Ciudad Condal? ¿Eran criminales españoles o extranjeros? El procedimiento para embalar el cadáver hacía sospechar que, quizá, los autores del crimen podrían ser miembros mafiosos venidos del extranjero.
Inmediatamente, se personó en el lugar el juez de guardia y se procedió al traslado al Depósito Judicial. Las primeras investigaciones determinaron que se trataba de un hombre fornido, velludo, con espalda ancha, de unos 30 años y buena musculatura. El cuerpo no tenía cabeza. Todo parecía indicar que la muerte tuvo lugar entre los días 8 y 9 de diciembre.
Fuente: La Voz, 3 de mayo de 1929. |
El juez del distrito del Hospital, Francisco Fabié, se hizo cargo de la investigación. En declaraciones a los periodistas, se mostró optimista por el curso de la investigación pero no quiso aportar muchos datos. Por su parte, la Policía empezó a investigar las desapariciones de personas en Barcelona anteriores a diciembre de 1928. Conforme pasaron las horas, se supo que a principios de diciembre de 1928 había desaparecido un industrial cuya apariencia física coincide con la de los restos encontrados en la estación del Mediodía y cuyo nombre era Pablo Casado de las Navas, natural de la localidad jiennense de Porcuna y de 32 años de edad. El día 2 de mayo se supo que una mujer, con la que se carteaba frecuentemente, estaba extrañada del silencio de su amigo y alguna información valiosa tuvo que dar porque, desde entonces, las gestiones se aceleraron. Además, el criado, cuyo nombre era Ricardo Sánchez y que dio cuenta a la Policía de la desaparición del industrial varios días después, fue detenido el día 3. Además de Ricardo Sánchez, fueron detenidos José María Figueras Jaumandreu, Luis Moret, socio de Pablo Casado y que vivió en la misma casa de Barcelona, y Antonio Aragón que fue puesto en libertad a las pocas horas. Al final, pasaron veinte días hasta que Ricardo asumió la autoría material del crimen, permitiendo así que Jaumandreu fuera puesto en libertad.
La relación de Pablo Casado con su criado, que anteriormente había llegado a ser muy cordial e incluso muy afectuosa, estaba atravesando un momento difícil y ambos tuvieron una fuerte discusión la noche del 8 de diciembre. La discusión terminó en pelea y Ricardo propinó con una plancha un golpe a Pablo que le causó la muerte. A la mañana siguiente descuartizó el cadáver y, a continuación, lo metió en una caja de las que usaban para embalar bolsas de la fábrica. Ricardo no pudo evitar desmoronarse cuando, durante la reconstrucción del crimen, tuvo delante la caja en la que habían estado los restos mortales de su criado.
Fuente: ABC de Madrid, jueves 2 de mayo de 1929; viernes 3 de mayo de 1929; sábado 4 de mayo de 1929 y domingo, 5 de mayo de 1929; La Voz, viernes 3 de mayo de 1929.
No hay comentarios:
Publicar un comentario