En el Ártico ruso permanece enterrado bajo la tundra una línea de ferrocarril, construida por prisioneros del Gulag soviético, que jamás llegó a entrar en funcionamiento. La línea, de unos 1.600km de longitud, pretendía unir el oeste de Siberia con su parte más oriental (de Salekhard a Igarka). Según la BBC, los trabajos empezaron, en su parte occidental, en 1940 pero los trabajos se suspendieron en 1941 cuando Alemania atacó la URSS. Sin embargo, otras fuentes afirman que las obras comenzaron en 1947 y terminaron en 1953.
Para la construcción del ferrocarril se crearon dos Gulag: el 501 y el 503. Cada 10 km, aproximadamente, había un campo de prisioneros que constituían la mano de obra indispensable para este proyecto. A los campos llegaron también soldados soviéticos que habían sido capturados por los alemanes durante la guerra pero que, al volver a casa en 1945, fueron considerados traidores. Se estima que, a lo largo de esos años, unos 300.000 presos trabajaron en esta línea de ferrocarril. Al menos 10 prisioneros morían diariamente a consecuencia del frío, el hambre o las enfermedades.
Al morir Stalin, en marzo de 1953, la obra dejó de tener prioridad y Nikita Kruschev relegó la responsabilidad del proyecto al Ministerio de Transportes, el cual carecía de dinero y trabajadores.
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